La historia de Kokko, nuestra historia
Soy Lorena. Arquitecta y, entre otras cosas, una persona que siempre ha encontrado en el arte una forma de expresarse y calmar el ruido mental del día a día. Dibujar, observar, hacer fotos… ha sido siempre mi manera de procesar lo que pasa dentro y fuera.
Kokko apareció en una noche cualquiera de diciembre, mientras trabajaba en mi proyecto final de carrera: un centro lúdico educativo infantil lleno de luz, color y recovecos pensados para estimular la imaginación de los niños. Sentía que al proyecto le faltaba algo que lo contara desde dentro, una especie de narrador que hiciera de puente entre la idea y la emoción. Tomé un lápiz, lo dibujé directamente, sin bocetos ni versiones, y así nació Kokko.
Durante un tiempo se quedó ahí, limitado a ese trabajo. Años más tarde, sin buscarlo, volvió. Un día lo recuperé casi sin querer y empecé a dibujarlo según lo que sentía. Me di cuenta de que, al hacerlo, encontraba cierta calma. Era algo simple pero honesto, y con el tiempo se convirtió en una especie de diario personal en forma de personaje.
Empezó a verlo gente cercana, les gustaba, se sentían identificados y me pedían versiones personalizadas. Por aquel entonces todavía no tenía nombre.
Fue en Japón donde eso cambió. Viví allí una temporada y, entre otras cosas, me propuse aprender el idioma. En el metro intentaba descifrar los carteles, aunque no entendiera nada, y por las tardes mi amiga Yukari me enseñaba cosas básicas: los días, los colores, a contar… Cuando me explicó cómo se contaban objetos pequeños y redondos —como manzanas—, usó el sufijo “KO”: ikko, niko, goko… Yo entendí mal y escuché kokko, y en ese momento supe que ese era su nombre. Lo apunté en un cuaderno y hasta hoy.
De vuelta en Madrid, hice algunas camisetas con Kokko para llevar a festivales con mi amiga Laura. No era un proyecto, ni una marca, ni una idea de negocio. Solo algo que me hacía ilusión compartir. Pero fue ahí cuando empecé a visualizarlo de otra forma, a imaginar qué pasaría si más personas pudieran llevarlo y hacerlo suyo.
Kokko no es solo un dibujo. Es una forma de expresar lo que a veces no sabemos cómo decir. Y si al verlo sientes algo, aunque sea pequeño, puede que también sea un poco tuyo.